LABERINTO DE COLORES
Las Mesas de Cultura Crea
El Ministerio de Cultura decidió conformar unas mesas de
trabajo sobre diferentes temas, supuestamente en respuesta a la constante y plural
voz de las organizaciones y personas que nos dedicamos a las artes y a la
cultura, que al unísono gritábamos “plan de emergencia” y que proponíamos una o
varias mesas técnicas para enfrentar el impacto en la actividad artística y
cultural ante la crisis del COVID 19.
Este proceso ha incluido nuestra presencia desde diferentes
instancias y espacios de participación y organización, desde la libre
asociación como ciudadanos, pasando por las consejerías y organizaciones
gremiales y que pudo incluso llevar estas voces hasta el Congreso de la República.
Todo esto en el contexto de que nuestro sector ya venía en crisis, agravada y
profundizada con la puesta en vigencia de la ley naranja, inútil y
contraproducente aún más durante la pandemia.
Fui invitado a participar de una de estas mesas, la de
formación, pensaba yo, en mi calidad de Consejero Nacional de Cultura, pero
luego, al conocer una carta de Presidencia dirigida a la Congresista María José
Pizarro, constaté que era la UNA quien había incluido mi nombre. Recordé
entonces que, aunque me había postulado como Consejero a formar parte del Debate de Control Político de la Comisión VI de la Cámara de Representantes a la Ministra de Cultura, junto con otros tres
consejeros, mi nombre finalmente no fue incluido para participar de dicha
Audiencia.
La gestión de la UNA hizo posible que participara de esa
mesa y así lo hice, en medio de tantas dificultades que la pandemia nos ha
traído, en lo social, en lo económico y en lo propio, incluida la entrega de
uno de nuestros espacios en Cartagena, el Salón Recital, donde llevábamos parte
de un programa de formación artística para niños y programación artística permanente
y para el cual actualmente no poseemos recursos para seguir pagando el
arrendamiento, a consecuencia de la pandemia.
La crisis es real, existe y por eso, la sumatoria de todas
esas voces, llevamos ya tres meses tratando de que las administraciones de la
cultura en el orden nacional y territorial asuman su responsabilidad con el
sector, con la actividad artística y cultural, la cual no hemos detenido,
mudándonos a las redes, incluso las de carácter presencial como condición
fundamental. Pero sobre todo exigiéndole a los funcionarios de los gobiernos, nacional
y territoriales, que asuman su responsabilidad con las personas que formamos
parte de las organizaciones artísticas y más de las que no hacen parte de
organización alguna, que ya viven en crisis humanitaria. Pero no ha sido
suficiente ni nuestras propuestas de acciones ni las decisiones del gobierno.
Parte de la respuesta del gobierno son estas mesas que
organiza el viceministerio de la economía naranja (el menos indicado para
hacerlo) con el apoyo de la Universidad Jorge Tadeo Lozano a través de la
Facultad de Artes y Diseño (como si no hubiera universidades públicas con
quiénes hacerlas). Han sido llamadas “Cultura Crea: Encuentros para pensar el
presente y futuro del ecosistema cultural y creativo” y han venido siendo
desarrolladas desde el 9 de junio y terminadas el 26 del mismo mes.
Mientras que en lo que hemos estado insistiendo es en unas
mesas que nos permitan enfrentar la emergencia y visionar la recuperación desde
lo estructural, estas mesas de la Tadeo y el Mincultura, por su parte, lo que buscaban
era “ideas innovadoras” con base en “una metodología de construcción colectiva
basada…” (a su vez) “en el Diseño Sistémico…” (a su vez) “evolución del Desing
Thinking”. “Esa vaina debe ser buena, porque es en inglés”, decía una vez el Maestro
Alberto Borja en alguna de sus sátiras humorísticas.
Todo esto, supuestamente, en el marco de la visión del “Foco
de Industrias Culturales y Creativas” desarrollado desde la Misión de Sabios.
Ojo: este foco, esta visión sesgada, no lo propuso la Misión de Sabios. A ellos
los pusieron a botar corriente sobre ese enfoque de las industrias culturales y
creativas, pero el tema es claramente naranja y eso nos excluye a quienes
tenemos una visión diferente y nos impone la del gobierno nacional, aunque la
veamos equivocada y hasta funesta.
Participé de la mesa asignada porque estoy convencido de que
no se puede desaprovechar espacio alguno para manifestar nuestras necesidades y
propuestas y porque precisamente los espacios en los que participo son muy
débiles por naturaleza jurídica. Participé a sabiendas de que esta nueva mesa
venía con dos advertencias: “no llevar agenda propia” y “no ser vinculante”.
Claro, para ellos nada que se aparte del paradigma naranja que nos quieren
seguir implementando puede ser vinculante. Y por supuesto, cualquier agenda diferente
a la de esta visión de las industrias culturales y creativas, que es la
agenda propia del viceministerio de economía naranja, será neutralizada.
Así las cosas, las posibilidades de estas mesas, con las dos
restricciones mencionadas, ya nacían muertas. O tan sólo se les otorgaba la
vida que puede tener un cultivo en una cajita de Petri para poder decir que se
hizo el experimento y seguir legalizando la implementación de la terrible economía
naranja. O peor aún: las posibilidades que pueden brindar el campo de acción de
un grupo de mus musculus del arte y la cultura perdidos en un
laberinto de colores, sin saber a ciencia cierta que los Dédalos de la Tadeo tenían
la misma intención del Minos-terio de encerrarnos a merced del Minotauro naranja
de insaciable apetito al que llaman mercado, sacrificando las expresiones vivas
de las artes y la cultura que no se amoldaran a su visión o peor, que la
cuestionaran.
Al final del
ejercicio me preguntaron los coordinadores qué tenía de innovadoras las ideas
finales que yo allí había plasmado. ¿De innovador? Sólo una cosa: que las consejerías
ciudadanas, que estas mesas, ¡incluso la mismísima Misión de Sabios! sean vinculantes.
Una verdadera innovación sería que todos estos espacios tomen las decisiones
que las artes y la cultura necesitan y no los tecnócratas ni los burócratas y
mucho menos los que llegan a esos puestos para garantizar que se cumplan los
intereses económicos sobre el patrimonio material y su especulación inmobiliaria,
los intereses del sistema financiero en los cupos de endeudamiento y bonos
naranja y muchísimo menos, para satisfacer los intereses en diezmar las muy
diversas voces de las artes y la cultura contrarias a las políticas del gobierno
de turno.
Porque ¿qué otra
cosa sino innovadores hemos tenido que ser los artistas y gestores culturales
para poder desarrollar nuestros proyectos, en el marco del presupuesto más paupérrimo
de todas las carteras de cualquiera de todos los que nos han gobernado
históricamente? Hemos sido más que creativos e inventivos. Hemos hecho milagros
para mantener nuestra labor hacia la sociedad. Más no se nos puede pedir. Es
hora de que sean ellos los que innoven y aporten lo que les toca por Ley y Constitución.
Pero la economía naranja va en la otra dirección.
Un aspecto curioso:
en la mesa que participé, el mayor volumen de problemas identificados, necesidades
recurrentes, intereses y propuestas planteados, eran de orden político. Entonces
sí, necesitamos cambiar la política, por innovadora que nos la quieran meter.
WILLIAM HURTADO GÓMEZ
Cartagena, Junio de 2020