miércoles, 18 de agosto de 2021

Los más de siete enanitos ante el Goliat de armadura naranja

El exministro de Orange acostumbra a pifiarse en sus símiles. En una de sus conferencias en las que suele defender (no le queda de otra) ese insulso compendio de frases de cajón que componen su cartilla de economía naranja a la que mal llama “libro”, lo escuché decir que “si hubiera existido una red de mercado para Van Gogh él no hubiera terminado aguantando hambre” en total desconocimiento de la realidad histórica de un Van Gogh que rechazaba lo que la red de mercado de las artes (que sí existía en su contexto) demandaba. A Van Gogh no le interesaba ni la demanda, ni hacer oferta alguna, sino la exploración estética en sí, en total contradicción con el macabro espíritu de la política que pretendía defender con su fracasado símil.

Ahora se pifia en El Tiempo con otro símil mal construido. Parafraseando al subpresidente, apela a los siete enanitos de la Disney, a Blanca Nieves y la madrastra, a quien reseña como malvada y envidiosa. Al parecer, Blanca Nieves es Duque y pareciera que la madrastra somos los envidiosos que no reconocemos sus logros. Pero luego, en un giro melodramático, plantea como paradoja que no es la madrastra, sino los siete enanitos los envidiosos, malvados y hasta vanidosos. Pero más allá de describir la deficiencia del exministro de Orange para construir símiles o para escribir artículos o incluso para dar entrevistas, escribo este texto para hacer una confesión:

Yo soy uno de esos más de siete enanitos que nos atrevimos a levantar la voz, en las audiencias del Congreso de la República, contra la Ley 2070 de 2020, ante ese monstruoso Goliat que son los partidos del desgobierno del #EscobarUribismo reinante. Y lo enfrentamos sin onda, sólo armados con argumentos que fueron acallados a pupitrazo mayoritario, sordo e insensible.

Yo soy uno de esos más de siete enanitos que fuimos al Congreso a oponernos a la megavandalización de los siempre paupérrimos recursos de la cultura, tal como lo han hecho con la salud y el transporte público, con la explotación minera que acaba con la agricultura, los ecosistemas y los recursos hídricos o como han querido hacer con la educación y no han podido, gracias a los estudiantes, a los ciudadanos que se manifiestan pacíficamente, a quienes el exministro de Orange mete en el mismo saco de los infiltrados y los llama “lobos delincuenciales disfrazados de mansas ovejas” que en su obtusa, acomodada y miserable visión dice que aplican “el mismo libreto de camisas pardas y negras que encumbró a nazis y fascistas” cuando son esos mismos jóvenes los que han sido mutilados, asesinados, desaparecidos, perseguidos por las huestes del fascismo oficial y paramilitar, con descuartizamientos incluidos.

Yo soy uno de esos muchos más de siete enanitos que comprendemos en lo que han querido convertir al patrimonio: especulación inmobiliaria de lo explotable entregado grandes industrias del turismo y abandono hasta la destrucción del patrimonio no explotable (decisión megavándala por demás) y; ahora, en medio del estallido social, monumentos símbolos de lo inamovible, del poder marmoleo de los mismos de siempre, de las mismas familias esclavistas que se sostienen con guerras, mafias, guerras de mafias y mafias de guerra. Monumentos ensalzados como patrimonio, intocable, aún por las comunidades víctimas de quienes son conmemorados.

Soy uno de los cada vez más de siete enanitos que tratamos de comprender, más allá de las ciencias exactas, lo que sucede en la sociedad: la sempiterna violencia que nos consume y que no se resuelve sólo con matemática ni química pura. De los que procuramos aportar con creaciones artísticas que intentan desenmarañar, frente a un público que necesitamos crítico, no consumista, ese oleaje continuo de conflictos que no se pueden homogenizar, como lo demuestra el antropólogo argentino Alejandro Grimson, ni mucho menos aplastar, por más fuerza militar y paramilitar que le quieran meter.

De los que tratamos de escuchar las voces ancestrales en las comunidades indígenas, siempre violentadas, siempre desplazadas de manera cíclica por las mismas familias de siempre. Tantos “siempre” que siempre nos llevan a decir “nunca más” una y otra vez, sin lograrlo, pero sin rendirnos, generación tras generación.

Y nos toca decirlo así, en español, porque es la lengua de la conquista, de la colonia y del sometimiento, pero es la que tenemos también para la emancipación. Y no es por tener apellido o nombre de origen alemán, como Wasserman o William (Wilhelm) que logremos comprenderlo o no, o ridiculizarlo, como en la cita que el exministro de Orange invoca. Es por el punto de vista desde donde lo analicemos: desde la mirada de Goliat del exministro de Orange que ve a los otros como simples enanos o desde los enanos que no creemos en la pureza de Blanca Nieves. Desde el punto de vista de los opresores de siempre o desde el punto de vista de los siempre oprimidos.

 

WILLIAM HURTADO GÓMEZ

Enano Consejero Nacional de Cultura durante el triste mandato del exministro de Orange.

En respuesta a la publicación en:
https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/felipe-buitrago/los-siete-enanitos-columna-de-felipe-buitrago-611293

viernes, 12 de febrero de 2021

La Economía Naranja: con "i" de inmediatez y muchas idioteces

William Hurtado Gómez

Cartagena de INdias, 21 de febrero de 2021

La economía naranja pretende ser creativa, pero termina siendo ridícula. Tal vez porque al concepto mismo de "creatividad" que usan los paladines de esta política lo hacen sinónimo de "innovación", así, a la ligera, sin detenerse a pensar en el proceso de la primera, sólo en forzar rápidamente el resultado de la última. Sobre todo, eso: lo configuran todo dese la rapidez y la urgencia, ese pensamiento industrial donde "el tiempo es oro" no porque el tiempo sea valioso, sino porque hay que apropiarse del oro, sin entender la metáfora.

Esa rapidez ha sido demostrada en los trámites de sus leyes, desde la misma ley naranja, hasta la mal llamada ley "reactivarte", que tuvieron un acelerador inusitado, como si hubieran sido los procesos legislativos mismos, las víctimas de algún mecanismo industrial perverso que alimentó de engorde transgénico un proceso que fue magro de participación y hueso de escucha al sector mismo, pero graso de lobbies por los funcionarios del Ministerio que solía ser de Cultura.


La "i" de innovación o cualquiera de las otras "i", tan minúsculas como los siete enanitos de la parábola del duque, deberían ser reemplazadas, por ejemplo, con las "i" de inmediatez o, ya que son tan afectos a las palabrejas rimbombantes, de instantaneidad. La tal formación en economía naranja, por ejemplo, es precisamente para aprender a usar, en unas cuantas sesiones, coaching, workshops y tutoriales, herramientas que garantizan ¡ya! esa innovación.

También se pueden reemplazar otras íes por la "i" de instrumentalizar, como sea, la creatividad en la búsqueda de resultados no importa cómo, siempre y cuando se limite a lo instantáneo, aunque no haya mercado para el producto, sólo el espectáculo del logro rápido y fugaz, como quien mezcla un “mancha tripa” de naranja con agua. Los procesos para ellos son con "i" de impensables, unas totales pérdidas de tiempo.

Sembrar semillas, echar raíces, ver no sólo el fruto, sino las ramas, el follaje, el tronco, todo eso es para dinosaurios idealistas que no entienden que el mundo ha cambiado. Mucho menos quieren ellos pensar un poco más allá: en el agua que recoge el follaje, o que atrapa pacientemente del rocío que rueda gota a gota por ramas y tronco y es atesorada en cada raíz y liberada también gota a gota hasta formar un torrente que rompe la roca, abre ojos de agua, busca su curso, forma ríos y... ¿nos imaginamos el resto? Tal vez sólo quienes nos importa gastar tiempo en eso, a los que no "evolucionamos" y seguimos siendo dinosaurios románticos que nos negamos a aceptar al meteorito y su bola de fuego naranja.

Ellos tampoco van a pensar en el ecosistema que allí convive y coopera sin ser explotado. Otra "i" de impensable, como es impensable también saber del oxígeno que brinda y la sombra que nos regala, ni se les ocurre que exista tanta generosidad. Nada de eso importa. ¡Ni siquiera el fruto, aunque el árbol sea un naranjo! Sólo la saborización instantánea importa, incluso aunque no sea lucrativa.

¡Tanto artificio para un mal engaño! Y todos los artificios con "i" de idioteces. La séptima "i" es la de ideología. El ministro ha repetido en varios espacios que "no va a dar un debate ideológico" cuando lo que se le plantea es uno conceptual de la cultura, sobre lo que significa para una sociedad tan diversa, y llama a este debate precisamente "ideológico" porque en últimas, todo este esfuerzo por arrasar con las artes y la cultura de un país a través de esta política obedece a esa ideología neoliberal envuelta en un modelo feudal que los viejo y anquilosados poderes de esta Nación, se niegan a perder.


 

sábado, 4 de julio de 2020

La identidad es un proceso, no un evento.

La Identidad es un proceso, no un evento
tomado de: https://www.colombia.com/turismo/sitios-turisticos/cartagena/
Tomado de: Ponencia ciudadana sobre Proyecto de Acuerdo 018 “Por medio del cual se institucionaliza y reglamenta la  semana cultural  y económica  de la CARTAGENEIDAD y se dictan otras disposiciones”

Tener pertenencia e identidad por la ciudad es un proceso, no una eventualidad. La búsqueda de la identidad es un proceso profundo que parte del reconocimiento propio de varios sistemas que identifican a la ciudadanía desde lo social y relacional; lo cultural, artístico y patrimonial; lo económico y productivo; lo educativo y formativo; lo ecológico

A Cartagena sólo se le quiere dar la connotación turística. Las oportunidades laborales de esta ciudad son apenas desde la inmensa informalidad, porque sólo el turismo no alcanza para tanta demanda de empleo. Así que le toca a Cartagena, a nosotros, la ciudadanía, a los administradores de la ciudad y a ustedes, como coadministradores, buscar más opciones de desarrollo, diferentes al turismo, aunque puedan tener también relación con este importante sector, pero sin que éste lo medie.

Así pasa con las artes y la cultura y más entendiendo esta desde la identidad: la identidad no puede estar mediada por el turismo y menos por un evento semanal al año para mostrarlo. Las artes y la cultura necesitan recursos para su protección, conservación y desarrollo y compete al Estado, por mandato constitucional, por Ley General de la Cultura, fomentar y estimular su existencia, protección e impulso. El problema es que la idea de la economía naranja es que este impulso no sea con recursos del Estado sino con autosostenimiento, autogestión, emprendimiento y mercantilización.

La identidad no puede obedecer a la mercantilización de sus rasgos durante una semana para el turismo con la intención de generar utilidades para ese sector.

El año pasado para esta misma iniciativa, decíamos que: “lo que necesitamos es abrir las posibilidades de participación desde las artes y la cultura al interior de las Instituciones Educativas, con programas robustos y permanentes” pero este proyecto no le apunta a este tipo de procesos, porque la identidad debe basarse en ese reconocimiento de lo propio, que incluye el acervo cultural y la creación artística permanente. Pero si se piensa sólo en el turista, eso no se logrará

Decíamos también que “La programación que se desarrolle en el marco de la semana de la Cartageneidad deberá corresponder al proyecto que anualmente defina el Sistema Distrital de Cultura y debe ser producto de un proceso que abarque el año anterior, incluyente, participativo y permanente, donde artistas, gestores culturales y estudiantes generen a su vez otros procesos que construyan identidad en firme y no un simple evento.” Pero esto tampoco lo vemos específicamente en el actual proyecto, así que sigue siendo eventualista.

Decíamos también que “Se hace necesario que el Programa de Estímulos del Distrito cobre vida con presupuesto propio, que actualmente no lo tiene, para que, entre otras disposiciones, resalte anualmente la vida y obra de un artista, grupo u organización cultural Cartagenera y le brinde homenaje en reconocimiento por su aporte a la cultura distrital.” Pero en el plan de desarrollo nos metieron el mico del emprendimento, así que seguiremos, por lo menos cuatro años más, sin ese reconocimiento a la creación artística libre y a la gestión cultural que no esté supeditada a la visión que mercantiliza a las artes y la cultura.

Una vez fortalecidas las artes y la cultura, lo que implica el reconocimiento propio de la identidad, ahí sí, el turista podrá encontrar en el destino que visita una verdadera experiencia cultural propia de Cartagena y no un remedo de otros destinos turísticos. El turismo y la cultura no se deben unir antes que las artes y la cultura sean fomentadas y estimuladas apropiadamente para, entonces sí, uno potenciar al otro.  ¿Cómo organizar y reglamentar para el turismo lo que no ha recibido mayor atención estatal?

Que exista una semana cultural donde se realicen eventos históricos, académicos, culturales y comerciales, referentes a la historia (batallas y sucesos históricos) de Cartagena en los espacios públicos, los monumentos y las murallas se convertirían en espacios de encuentros culturales que resaltarían entre visitantes la importancia de nuestra ciudad en el marco de la celebración de la fundación de Cartagena, debe ser el resultado de una inversión en quienes realizan este tipo de actividades. No un acto de explotación con la promesa de recursos del turismo que, a propósito, no existe en estos momentos por la emergencia del COVID 19 ni existirá durante un buen tiempo. Aún cuando abran los aeropuertos, porque todo el mundo ya está en recesión y muy pocas personas pensarán en hacer turismo por un tiempo indeterminado.

Nosotros lo que tememos es que se quiera recurrir a los pocos recursos que tiene la educación y la cultura para el apalancamiento de un sector que poco ha brindado a la ciudad, porque se ha dedicado a explotarla y ahora quiere explotar ese rasgo de la ciudadanía que constituye la identidad.

Apuntes

 Comparto algunos vínculos, sus apartes y mis apreciaciones sobre el fenómeno del "turismo cultural" como premisa de la industria sobre las expresiones artísticas y culturales y el cuidado que debemos tener sobre ese sesgo:

 ¿La industria sin chimeneas? Interesante documental de la televisión alemana sobre el impacto del turismo en un paraíso natural.
https://youtu.be/aysJHhLJ38s



"...se hace recomendable superar la pura acción de mercado y tener en cuenta la oportunidad de rentabilización social, cultural, educativa, de uso y disfrute por parte de los ciudadanos, por encima de cualquier rentabilidad exclusivamente de orden económico"

En cualquier iniciativa turística que tome en cuenta los bienes culturales, debe primar su uso por amplias capas de la sociedad a la que estos bienes pertenecen, sin distinguir los niveles económicos y culturales.

"...ahora se considera la necesidad de una rentabilización social mediante el uso y disfrute por parte de los ciudadanos (...) La interacción entre patrimonio, cultura y turismo, no se vislumbra como un camino de fácil acceso, sino como una cuestión a reflexionar, ante los efectos positivos y negativos que se generan de esa interrelación." 


"...el sistema turístico no funciona al modo de una organización benéfica, es sobre todo lo que nos pueda sugerir, una actividad económico-empresarial..." 
Esta parte es importantísima:
"El ciclo de vida de los destinos hizo de muchos de ellos una fantasía monocolor, homogénea con otras muchas. Cancún o Benidorm, Acapulco o la Riviera, se diferenciaban por ínfimos retazos de originalidad expresados en alguna estereotipada danza, celebración o plato en el estandarizado juego de olores y sabores turísticos."
El mercado homogeniza, eso es un hecho. Así que supeditar la diversidad cultural al mercado es la máxima contradicción del "turismo cultural". A los empresarios del turismo no les interesa la diversidad cultural, sino que necesitan la homogenización del producto. Que lo que venden de un lugar sea referente de otro ya exitoso. No es casualidad que para los congresos (que son un motor del turismo) contraten grupos de danza locales que tengan montajes estilo Rio de Janeiro.

"Los bienes naturales y/o culturales que dan cohesión y grandeza a un imaginario del pasado y la tradición, esos lugares, son desde entonces rescatados, preservados y custodiados, no tanto por su funcionalidad para las poblaciones locales, sino más bien por el mero monumentalismo-conservacionismo, aunque para ello deban limitarse sus usos, adornarse sus estilos y recrear sus historias. Su cliente, el que conocemos como turista cultural"
"...Turismo cultural e histórico: abarcaba en el momento de construcción de la tipología desde lo ‘pintoresco’ y el ‘color local’, los vestigios de una vida en proceso de extinción, hasta los circuitos de ruinas, monumentos y museos, pudiendo incluir ciudades o espacios donde se desarrollaran los acontecimientos a resaltar. El ICOMOS (Internacional Council of Sites and Monuments) define el turismo cultural, siguiendo las directrices de la WTO, como "un movimiento de personas esencialmente por una motivación cultural, tal como el viaje de estudios, representaciones artísticas, festivales u otros eventos culturales, visitas a lugares y monumentos, folklore, arte o peregrinación". En este sentido, la definición revisada de turismo cultural incluye a su homónimo y al turismo histórico en las categorización de Smith (1992). Pero además se hace bastante difícil separarlo por completo del turismo étnico, salvo porque no cuenta con el elemento diferencial del ‘exotismo’ y porque, en tanto que productos individuales, puede ser complementario al turismo recreacional, de mayor número y frecuencia de turistas sobre los destinos..."
"...el alto grado de complejidad de la demanda y del propio sistema los que, sobre todo por combinación de los elementos definitorios de cada una de las cinco categorías, ofrecen al analista el espejismo de una nueva forma turística (...) la planificación de la conservación y del turismo en los Sitios con Patrimonio, debería garantizar que la Experiencia del Visitante le merezca la pena y le sea satisfactoria y agradable..."

Esto es lo único que quiere garantizarse desde la visión naranja. Y es lo que quienes trabajamos en el arte y la cultura no podemos permitir que sea el factor dominante.

WILLIAM HURTADO GÓMEZ
Cartagena Kalamarí

Unidad Nacional de Artistas Capítulo Cartagena
Consejo Distrital de Cultura de Cartagena
Asamblea Distrital de Teatro y Circo de Cartagena

sábado, 27 de junio de 2020

LABERINTO DE COLORES Las Mesas de Cultura Crea


LABERINTO DE COLORES
Las Mesas de Cultura Crea

El Ministerio de Cultura decidió conformar unas mesas de trabajo sobre diferentes temas, supuestamente en respuesta a la constante y plural voz de las organizaciones y personas que nos dedicamos a las artes y a la cultura, que al unísono gritábamos “plan de emergencia” y que proponíamos una o varias mesas técnicas para enfrentar el impacto en la actividad artística y cultural ante la crisis del COVID 19.

Este proceso ha incluido nuestra presencia desde diferentes instancias y espacios de participación y organización, desde la libre asociación como ciudadanos, pasando por las consejerías y organizaciones gremiales y que pudo incluso llevar estas voces hasta el Congreso de la República. Todo esto en el contexto de que nuestro sector ya venía en crisis, agravada y profundizada con la puesta en vigencia de la ley naranja, inútil y contraproducente aún más durante la pandemia.

Fui invitado a participar de una de estas mesas, la de 
formación, pensaba yo, en mi calidad de Consejero Nacional de Cultura, pero luego, al conocer una carta de Presidencia dirigida a la Congresista María José Pizarro, constaté que era la UNA quien había incluido mi nombre. Recordé entonces que, aunque me había postulado como Consejero a formar parte del Debate de Control Político de la Comisión VI de la Cámara de Representantes a la Ministra de Cultura, junto con otros tres consejeros, mi nombre finalmente no fue incluido para participar de dicha Audiencia.

La gestión de la UNA hizo posible que participara de esa mesa y así lo hice, en medio de tantas dificultades que la pandemia nos ha traído, en lo social, en lo económico y en lo propio, incluida la entrega de uno de nuestros espacios en Cartagena, el Salón Recital, donde llevábamos parte de un programa de formación artística para niños y programación artística permanente y para el cual actualmente no poseemos recursos para seguir pagando el arrendamiento, a consecuencia de la pandemia.


La crisis es real, existe y por eso, la sumatoria de todas esas voces, llevamos ya tres meses tratando de que las administraciones de la cultura en el orden nacional y territorial asuman su responsabilidad con el sector, con la actividad artística y cultural, la cual no hemos detenido, mudándonos a las redes, incluso las de carácter presencial como condición fundamental. Pero sobre todo exigiéndole a los funcionarios de los gobiernos, nacional y territoriales, que asuman su responsabilidad con las personas que formamos parte de las organizaciones artísticas y más de las que no hacen parte de organización alguna, que ya viven en crisis humanitaria. Pero no ha sido suficiente ni nuestras propuestas de acciones ni las decisiones del gobierno.

Parte de la respuesta del gobierno son estas mesas que organiza el viceministerio de la economía naranja (el menos indicado para hacerlo) con el apoyo de la Universidad Jorge Tadeo Lozano a través de la Facultad de Artes y Diseño (como si no hubiera universidades públicas con quiénes hacerlas). Han sido llamadas “Cultura Crea: Encuentros para pensar el presente y futuro del ecosistema cultural y creativo” y han venido siendo desarrolladas desde el 9 de junio y terminadas el 26 del mismo mes.

Mientras que en lo que hemos estado insistiendo es en unas mesas que nos permitan enfrentar la emergencia y visionar la recuperación desde lo estructural, estas mesas de la Tadeo y el Mincultura, por su parte, lo que buscaban era “ideas innovadoras” con base en “una metodología de construcción colectiva basada…” (a su vez) “en el Diseño Sistémico…” (a su vez) “evolución del Desing Thinking”. “Esa vaina debe ser buena, porque es en inglés”, decía una vez el Maestro Alberto Borja en alguna de sus sátiras humorísticas.

Todo esto, supuestamente, en el marco de la visión del “Foco de Industrias Culturales y Creativas” desarrollado desde la Misión de Sabios. Ojo: este foco, esta visión sesgada, no lo propuso la Misión de Sabios. A ellos los pusieron a botar corriente sobre ese enfoque de las industrias culturales y creativas, pero el tema es claramente naranja y eso nos excluye a quienes tenemos una visión diferente y nos impone la del gobierno nacional, aunque la veamos equivocada y hasta funesta.

Participé de la mesa asignada porque estoy convencido de que no se puede desaprovechar espacio alguno para manifestar nuestras necesidades y propuestas y porque precisamente los espacios en los que participo son muy débiles por naturaleza jurídica. Participé a sabiendas de que esta nueva mesa venía con dos advertencias: “no llevar agenda propia” y “no ser vinculante”. Claro, para ellos nada que se aparte del paradigma naranja que nos quieren seguir implementando puede ser vinculante. Y por supuesto, cualquier agenda diferente a la de esta visión de las industrias culturales y creativas, que es la agenda propia del viceministerio de economía naranja, será neutralizada.

Así las cosas, las posibilidades de estas mesas, con las dos restricciones mencionadas, ya nacían muertas. O tan sólo se les otorgaba la vida que puede tener un cultivo en una cajita de Petri para poder decir que se hizo el experimento y seguir legalizando la implementación de la terrible economía naranja. O peor aún: las posibilidades que pueden brindar el campo de acción de un grupo de mus musculus del arte y la cultura perdidos en un laberinto de colores, sin saber a ciencia cierta que los Dédalos de la Tadeo tenían la misma intención del Minos-terio de encerrarnos a merced del Minotauro naranja de insaciable apetito al que llaman mercado, sacrificando las expresiones vivas de las artes y la cultura que no se amoldaran a su visión o peor, que la cuestionaran.

Al final del ejercicio me preguntaron los coordinadores qué tenía de innovadoras las ideas finales que yo allí había plasmado. ¿De innovador? Sólo una cosa: que las consejerías ciudadanas, que estas mesas, ¡incluso la mismísima Misión de Sabios! sean vinculantes. Una verdadera innovación sería que todos estos espacios tomen las decisiones que las artes y la cultura necesitan y no los tecnócratas ni los burócratas y mucho menos los que llegan a esos puestos para garantizar que se cumplan los intereses económicos sobre el patrimonio material y su especulación inmobiliaria, los intereses del sistema financiero en los cupos de endeudamiento y bonos naranja y muchísimo menos, para satisfacer los intereses en diezmar las muy diversas voces de las artes y la cultura contrarias a las políticas del gobierno de turno.

Porque ¿qué otra cosa sino innovadores hemos tenido que ser los artistas y gestores culturales para poder desarrollar nuestros proyectos, en el marco del presupuesto más paupérrimo de todas las carteras de cualquiera de todos los que nos han gobernado históricamente? Hemos sido más que creativos e inventivos. Hemos hecho milagros para mantener nuestra labor hacia la sociedad. Más no se nos puede pedir. Es hora de que sean ellos los que innoven y aporten lo que les toca por Ley y Constitución. Pero la economía naranja va en la otra dirección.

Un aspecto curioso: en la mesa que participé, el mayor volumen de problemas identificados, necesidades recurrentes, intereses y propuestas planteados, eran de orden político. Entonces sí, necesitamos cambiar la política, por innovadora que nos la quieran meter.

WILLIAM HURTADO GÓMEZ
Cartagena, Junio de 2020