sábado, 4 de julio de 2020

La identidad es un proceso, no un evento.

La Identidad es un proceso, no un evento
tomado de: https://www.colombia.com/turismo/sitios-turisticos/cartagena/
Tomado de: Ponencia ciudadana sobre Proyecto de Acuerdo 018 “Por medio del cual se institucionaliza y reglamenta la  semana cultural  y económica  de la CARTAGENEIDAD y se dictan otras disposiciones”

Tener pertenencia e identidad por la ciudad es un proceso, no una eventualidad. La búsqueda de la identidad es un proceso profundo que parte del reconocimiento propio de varios sistemas que identifican a la ciudadanía desde lo social y relacional; lo cultural, artístico y patrimonial; lo económico y productivo; lo educativo y formativo; lo ecológico

A Cartagena sólo se le quiere dar la connotación turística. Las oportunidades laborales de esta ciudad son apenas desde la inmensa informalidad, porque sólo el turismo no alcanza para tanta demanda de empleo. Así que le toca a Cartagena, a nosotros, la ciudadanía, a los administradores de la ciudad y a ustedes, como coadministradores, buscar más opciones de desarrollo, diferentes al turismo, aunque puedan tener también relación con este importante sector, pero sin que éste lo medie.

Así pasa con las artes y la cultura y más entendiendo esta desde la identidad: la identidad no puede estar mediada por el turismo y menos por un evento semanal al año para mostrarlo. Las artes y la cultura necesitan recursos para su protección, conservación y desarrollo y compete al Estado, por mandato constitucional, por Ley General de la Cultura, fomentar y estimular su existencia, protección e impulso. El problema es que la idea de la economía naranja es que este impulso no sea con recursos del Estado sino con autosostenimiento, autogestión, emprendimiento y mercantilización.

La identidad no puede obedecer a la mercantilización de sus rasgos durante una semana para el turismo con la intención de generar utilidades para ese sector.

El año pasado para esta misma iniciativa, decíamos que: “lo que necesitamos es abrir las posibilidades de participación desde las artes y la cultura al interior de las Instituciones Educativas, con programas robustos y permanentes” pero este proyecto no le apunta a este tipo de procesos, porque la identidad debe basarse en ese reconocimiento de lo propio, que incluye el acervo cultural y la creación artística permanente. Pero si se piensa sólo en el turista, eso no se logrará

Decíamos también que “La programación que se desarrolle en el marco de la semana de la Cartageneidad deberá corresponder al proyecto que anualmente defina el Sistema Distrital de Cultura y debe ser producto de un proceso que abarque el año anterior, incluyente, participativo y permanente, donde artistas, gestores culturales y estudiantes generen a su vez otros procesos que construyan identidad en firme y no un simple evento.” Pero esto tampoco lo vemos específicamente en el actual proyecto, así que sigue siendo eventualista.

Decíamos también que “Se hace necesario que el Programa de Estímulos del Distrito cobre vida con presupuesto propio, que actualmente no lo tiene, para que, entre otras disposiciones, resalte anualmente la vida y obra de un artista, grupo u organización cultural Cartagenera y le brinde homenaje en reconocimiento por su aporte a la cultura distrital.” Pero en el plan de desarrollo nos metieron el mico del emprendimento, así que seguiremos, por lo menos cuatro años más, sin ese reconocimiento a la creación artística libre y a la gestión cultural que no esté supeditada a la visión que mercantiliza a las artes y la cultura.

Una vez fortalecidas las artes y la cultura, lo que implica el reconocimiento propio de la identidad, ahí sí, el turista podrá encontrar en el destino que visita una verdadera experiencia cultural propia de Cartagena y no un remedo de otros destinos turísticos. El turismo y la cultura no se deben unir antes que las artes y la cultura sean fomentadas y estimuladas apropiadamente para, entonces sí, uno potenciar al otro.  ¿Cómo organizar y reglamentar para el turismo lo que no ha recibido mayor atención estatal?

Que exista una semana cultural donde se realicen eventos históricos, académicos, culturales y comerciales, referentes a la historia (batallas y sucesos históricos) de Cartagena en los espacios públicos, los monumentos y las murallas se convertirían en espacios de encuentros culturales que resaltarían entre visitantes la importancia de nuestra ciudad en el marco de la celebración de la fundación de Cartagena, debe ser el resultado de una inversión en quienes realizan este tipo de actividades. No un acto de explotación con la promesa de recursos del turismo que, a propósito, no existe en estos momentos por la emergencia del COVID 19 ni existirá durante un buen tiempo. Aún cuando abran los aeropuertos, porque todo el mundo ya está en recesión y muy pocas personas pensarán en hacer turismo por un tiempo indeterminado.

Nosotros lo que tememos es que se quiera recurrir a los pocos recursos que tiene la educación y la cultura para el apalancamiento de un sector que poco ha brindado a la ciudad, porque se ha dedicado a explotarla y ahora quiere explotar ese rasgo de la ciudadanía que constituye la identidad.

Apuntes

 Comparto algunos vínculos, sus apartes y mis apreciaciones sobre el fenómeno del "turismo cultural" como premisa de la industria sobre las expresiones artísticas y culturales y el cuidado que debemos tener sobre ese sesgo:

 ¿La industria sin chimeneas? Interesante documental de la televisión alemana sobre el impacto del turismo en un paraíso natural.
https://youtu.be/aysJHhLJ38s



"...se hace recomendable superar la pura acción de mercado y tener en cuenta la oportunidad de rentabilización social, cultural, educativa, de uso y disfrute por parte de los ciudadanos, por encima de cualquier rentabilidad exclusivamente de orden económico"

En cualquier iniciativa turística que tome en cuenta los bienes culturales, debe primar su uso por amplias capas de la sociedad a la que estos bienes pertenecen, sin distinguir los niveles económicos y culturales.

"...ahora se considera la necesidad de una rentabilización social mediante el uso y disfrute por parte de los ciudadanos (...) La interacción entre patrimonio, cultura y turismo, no se vislumbra como un camino de fácil acceso, sino como una cuestión a reflexionar, ante los efectos positivos y negativos que se generan de esa interrelación." 


"...el sistema turístico no funciona al modo de una organización benéfica, es sobre todo lo que nos pueda sugerir, una actividad económico-empresarial..." 
Esta parte es importantísima:
"El ciclo de vida de los destinos hizo de muchos de ellos una fantasía monocolor, homogénea con otras muchas. Cancún o Benidorm, Acapulco o la Riviera, se diferenciaban por ínfimos retazos de originalidad expresados en alguna estereotipada danza, celebración o plato en el estandarizado juego de olores y sabores turísticos."
El mercado homogeniza, eso es un hecho. Así que supeditar la diversidad cultural al mercado es la máxima contradicción del "turismo cultural". A los empresarios del turismo no les interesa la diversidad cultural, sino que necesitan la homogenización del producto. Que lo que venden de un lugar sea referente de otro ya exitoso. No es casualidad que para los congresos (que son un motor del turismo) contraten grupos de danza locales que tengan montajes estilo Rio de Janeiro.

"Los bienes naturales y/o culturales que dan cohesión y grandeza a un imaginario del pasado y la tradición, esos lugares, son desde entonces rescatados, preservados y custodiados, no tanto por su funcionalidad para las poblaciones locales, sino más bien por el mero monumentalismo-conservacionismo, aunque para ello deban limitarse sus usos, adornarse sus estilos y recrear sus historias. Su cliente, el que conocemos como turista cultural"
"...Turismo cultural e histórico: abarcaba en el momento de construcción de la tipología desde lo ‘pintoresco’ y el ‘color local’, los vestigios de una vida en proceso de extinción, hasta los circuitos de ruinas, monumentos y museos, pudiendo incluir ciudades o espacios donde se desarrollaran los acontecimientos a resaltar. El ICOMOS (Internacional Council of Sites and Monuments) define el turismo cultural, siguiendo las directrices de la WTO, como "un movimiento de personas esencialmente por una motivación cultural, tal como el viaje de estudios, representaciones artísticas, festivales u otros eventos culturales, visitas a lugares y monumentos, folklore, arte o peregrinación". En este sentido, la definición revisada de turismo cultural incluye a su homónimo y al turismo histórico en las categorización de Smith (1992). Pero además se hace bastante difícil separarlo por completo del turismo étnico, salvo porque no cuenta con el elemento diferencial del ‘exotismo’ y porque, en tanto que productos individuales, puede ser complementario al turismo recreacional, de mayor número y frecuencia de turistas sobre los destinos..."
"...el alto grado de complejidad de la demanda y del propio sistema los que, sobre todo por combinación de los elementos definitorios de cada una de las cinco categorías, ofrecen al analista el espejismo de una nueva forma turística (...) la planificación de la conservación y del turismo en los Sitios con Patrimonio, debería garantizar que la Experiencia del Visitante le merezca la pena y le sea satisfactoria y agradable..."

Esto es lo único que quiere garantizarse desde la visión naranja. Y es lo que quienes trabajamos en el arte y la cultura no podemos permitir que sea el factor dominante.

WILLIAM HURTADO GÓMEZ
Cartagena Kalamarí

Unidad Nacional de Artistas Capítulo Cartagena
Consejo Distrital de Cultura de Cartagena
Asamblea Distrital de Teatro y Circo de Cartagena

sábado, 27 de junio de 2020

LABERINTO DE COLORES Las Mesas de Cultura Crea


LABERINTO DE COLORES
Las Mesas de Cultura Crea

El Ministerio de Cultura decidió conformar unas mesas de trabajo sobre diferentes temas, supuestamente en respuesta a la constante y plural voz de las organizaciones y personas que nos dedicamos a las artes y a la cultura, que al unísono gritábamos “plan de emergencia” y que proponíamos una o varias mesas técnicas para enfrentar el impacto en la actividad artística y cultural ante la crisis del COVID 19.

Este proceso ha incluido nuestra presencia desde diferentes instancias y espacios de participación y organización, desde la libre asociación como ciudadanos, pasando por las consejerías y organizaciones gremiales y que pudo incluso llevar estas voces hasta el Congreso de la República. Todo esto en el contexto de que nuestro sector ya venía en crisis, agravada y profundizada con la puesta en vigencia de la ley naranja, inútil y contraproducente aún más durante la pandemia.

Fui invitado a participar de una de estas mesas, la de 
formación, pensaba yo, en mi calidad de Consejero Nacional de Cultura, pero luego, al conocer una carta de Presidencia dirigida a la Congresista María José Pizarro, constaté que era la UNA quien había incluido mi nombre. Recordé entonces que, aunque me había postulado como Consejero a formar parte del Debate de Control Político de la Comisión VI de la Cámara de Representantes a la Ministra de Cultura, junto con otros tres consejeros, mi nombre finalmente no fue incluido para participar de dicha Audiencia.

La gestión de la UNA hizo posible que participara de esa mesa y así lo hice, en medio de tantas dificultades que la pandemia nos ha traído, en lo social, en lo económico y en lo propio, incluida la entrega de uno de nuestros espacios en Cartagena, el Salón Recital, donde llevábamos parte de un programa de formación artística para niños y programación artística permanente y para el cual actualmente no poseemos recursos para seguir pagando el arrendamiento, a consecuencia de la pandemia.


La crisis es real, existe y por eso, la sumatoria de todas esas voces, llevamos ya tres meses tratando de que las administraciones de la cultura en el orden nacional y territorial asuman su responsabilidad con el sector, con la actividad artística y cultural, la cual no hemos detenido, mudándonos a las redes, incluso las de carácter presencial como condición fundamental. Pero sobre todo exigiéndole a los funcionarios de los gobiernos, nacional y territoriales, que asuman su responsabilidad con las personas que formamos parte de las organizaciones artísticas y más de las que no hacen parte de organización alguna, que ya viven en crisis humanitaria. Pero no ha sido suficiente ni nuestras propuestas de acciones ni las decisiones del gobierno.

Parte de la respuesta del gobierno son estas mesas que organiza el viceministerio de la economía naranja (el menos indicado para hacerlo) con el apoyo de la Universidad Jorge Tadeo Lozano a través de la Facultad de Artes y Diseño (como si no hubiera universidades públicas con quiénes hacerlas). Han sido llamadas “Cultura Crea: Encuentros para pensar el presente y futuro del ecosistema cultural y creativo” y han venido siendo desarrolladas desde el 9 de junio y terminadas el 26 del mismo mes.

Mientras que en lo que hemos estado insistiendo es en unas mesas que nos permitan enfrentar la emergencia y visionar la recuperación desde lo estructural, estas mesas de la Tadeo y el Mincultura, por su parte, lo que buscaban era “ideas innovadoras” con base en “una metodología de construcción colectiva basada…” (a su vez) “en el Diseño Sistémico…” (a su vez) “evolución del Desing Thinking”. “Esa vaina debe ser buena, porque es en inglés”, decía una vez el Maestro Alberto Borja en alguna de sus sátiras humorísticas.

Todo esto, supuestamente, en el marco de la visión del “Foco de Industrias Culturales y Creativas” desarrollado desde la Misión de Sabios. Ojo: este foco, esta visión sesgada, no lo propuso la Misión de Sabios. A ellos los pusieron a botar corriente sobre ese enfoque de las industrias culturales y creativas, pero el tema es claramente naranja y eso nos excluye a quienes tenemos una visión diferente y nos impone la del gobierno nacional, aunque la veamos equivocada y hasta funesta.

Participé de la mesa asignada porque estoy convencido de que no se puede desaprovechar espacio alguno para manifestar nuestras necesidades y propuestas y porque precisamente los espacios en los que participo son muy débiles por naturaleza jurídica. Participé a sabiendas de que esta nueva mesa venía con dos advertencias: “no llevar agenda propia” y “no ser vinculante”. Claro, para ellos nada que se aparte del paradigma naranja que nos quieren seguir implementando puede ser vinculante. Y por supuesto, cualquier agenda diferente a la de esta visión de las industrias culturales y creativas, que es la agenda propia del viceministerio de economía naranja, será neutralizada.

Así las cosas, las posibilidades de estas mesas, con las dos restricciones mencionadas, ya nacían muertas. O tan sólo se les otorgaba la vida que puede tener un cultivo en una cajita de Petri para poder decir que se hizo el experimento y seguir legalizando la implementación de la terrible economía naranja. O peor aún: las posibilidades que pueden brindar el campo de acción de un grupo de mus musculus del arte y la cultura perdidos en un laberinto de colores, sin saber a ciencia cierta que los Dédalos de la Tadeo tenían la misma intención del Minos-terio de encerrarnos a merced del Minotauro naranja de insaciable apetito al que llaman mercado, sacrificando las expresiones vivas de las artes y la cultura que no se amoldaran a su visión o peor, que la cuestionaran.

Al final del ejercicio me preguntaron los coordinadores qué tenía de innovadoras las ideas finales que yo allí había plasmado. ¿De innovador? Sólo una cosa: que las consejerías ciudadanas, que estas mesas, ¡incluso la mismísima Misión de Sabios! sean vinculantes. Una verdadera innovación sería que todos estos espacios tomen las decisiones que las artes y la cultura necesitan y no los tecnócratas ni los burócratas y mucho menos los que llegan a esos puestos para garantizar que se cumplan los intereses económicos sobre el patrimonio material y su especulación inmobiliaria, los intereses del sistema financiero en los cupos de endeudamiento y bonos naranja y muchísimo menos, para satisfacer los intereses en diezmar las muy diversas voces de las artes y la cultura contrarias a las políticas del gobierno de turno.

Porque ¿qué otra cosa sino innovadores hemos tenido que ser los artistas y gestores culturales para poder desarrollar nuestros proyectos, en el marco del presupuesto más paupérrimo de todas las carteras de cualquiera de todos los que nos han gobernado históricamente? Hemos sido más que creativos e inventivos. Hemos hecho milagros para mantener nuestra labor hacia la sociedad. Más no se nos puede pedir. Es hora de que sean ellos los que innoven y aporten lo que les toca por Ley y Constitución. Pero la economía naranja va en la otra dirección.

Un aspecto curioso: en la mesa que participé, el mayor volumen de problemas identificados, necesidades recurrentes, intereses y propuestas planteados, eran de orden político. Entonces sí, necesitamos cambiar la política, por innovadora que nos la quieran meter.

WILLIAM HURTADO GÓMEZ
Cartagena, Junio de 2020

martes, 23 de junio de 2020

Somos ecosistema ¡deprédennos!


Somos ecosistema ¡deprédennos!

El arte y la cultura pensados en función del turismo es un enfoque equivocado. El arte debe pensarse en su función principal que es la estética. La cultura debe pensarse en su función principal que es social, que es la identidad, la memoria y la expresión viva de los pueblos. La industria del turismo sólo piensa en la explotación que del arte y la cultura pueda aprovechar y desecha lo que no puede explotar. 

Venecia - Una joya en oferta | DW Documental - 2018 muestra la afectación ciudadana producto del turismo.

Esta visión naranja de un conglomerado industrial cultural y creativo rigiendo los destinos de qué "producen" los artistas o qué expresión cultural es "más productiva" y por lo tanto hay que invertir en eso que "produce" es la misma que ve al arte y la cultura como un "sector" y no como una realidad social, cultural, estética. No les entra por ningún lado la idea del oxímoron "patrimonio inmaterial" si no hay garantía de especulación en éste. Esta visión busca homogenizar todas las expresiones al mercado turístico y lo que se salga de ese formato, pues que deje de existir porque no sirve. 

Bayer y las abejas | DW Documental. 2020. Pesticidas de Bayer que usa la agroindustria extingue a las abejas.

Ahora manejan el eufemismo "ecosistema cultural". Concepto peligroso si vemos, por ejemplo, lo que hace la agroindustria con las abejas: si eres industrial y no vendes miel, no te importan las abejas y usas pesticidas que las mata, sin importarte tampoco que al morir las abejas, todo lo demás comienza a morir. 

Así, nos quieren hacer creer que somo "ecosistema". Débil palabra que frente a la poderosa idea de "industria" nos hace propicios a ser depredados. La historia nos ha demostrado que la industria depreda los ecosistemas porque los ve como "recursos". Los explota hasta agotarlos y si tiene la idea de hacer esos recursos "sustentables" no significa que el resto de los seres que habitan el "ecosistema" y que no son explotables, es decir, no son recursos y por lo tanto, desechables. Y no importa su pérdida colateral, como con las abejas.

Una vez fui a un pueblo que se llama "El Guamal". Estaba feliz porque iba a volver a comer guama, una fruta que hace rato no veía porque no tiene mercado, no es un "producto". Lo triste es que toda la guama había desaparecido del pueblo que se llamaba así por obvias razones. Ahora todo estaba lleno de palma de aceite. 

La industria del turismo desprecia al arte y la cultura que no le producen dinero. Y el peligro aumenta ahora que hay una política de gobierno que actúa como pesticida, una especie de agente naranja que ve como maleza todo lo que no sea "productivo".

A estas alturas quienes hemos expuesto esta visión crítica no dudamos que la economía naranja es un invento de un banco para tomar la economía creativa y cultural como pretexto y así ampliar el mercado bursátil: cupos de endeudamiento, bonos estatales, todo un festín.

La realidad es que la economía naranja en Colombia no ha fomentado ni las empresas ni la industria cultural. Se han gastado una gran cantidad de dinero en "formación" con "capacitaciones" inútiles en estos tiempos de pandemia, que no salen de los pseudoconceptos de "innovación" "emprendimiento" "autosostenibilidad" "reinventarse" y otras por el estilo.

Y a estos pseudoconceptos les sumamos los que ya vienen campeando desde hace tiempo: "gestor", "productor" o "creador" en lugar de artista. "Producto" en lugar de obra de arte. ¿Vamos a aceptar sin resistencia este paradigma, estos conceptos que nos quieren imponer desde la oficialidad?

Aceptar que ellos nos digan que somos "ecosistema cultural" sin detenernos a pensar lo que esto implica es decir inocentemente a la industria: "¡Ven, deprédanos!"

Ahora no hay turismo. Y durante un prolongado tiempo no habrá. ¿Qué debe hacer entonces este sector para sobrevivir? ¿Depredar los pocos recursos que pueda tener el Estado para la promoción y el fomento a la cultura, el estímulo a las artes? El afán de este barril sin fondo de apoderarse del patrimonio material y su especulación inmobiliaria parece ahora moverse hacia la cultura, a seguir con la manipulación y la mentira de que es el turismo lo que debe mover las artes y la cultura en Cartagena.

William Hurtado Gómez
Cartagena, junio de 2020