viernes, 12 de febrero de 2021

La Economía Naranja: con "i" de inmediatez y muchas idioteces

William Hurtado Gómez

Cartagena de INdias, 21 de febrero de 2021

La economía naranja pretende ser creativa, pero termina siendo ridícula. Tal vez porque al concepto mismo de "creatividad" que usan los paladines de esta política lo hacen sinónimo de "innovación", así, a la ligera, sin detenerse a pensar en el proceso de la primera, sólo en forzar rápidamente el resultado de la última. Sobre todo, eso: lo configuran todo dese la rapidez y la urgencia, ese pensamiento industrial donde "el tiempo es oro" no porque el tiempo sea valioso, sino porque hay que apropiarse del oro, sin entender la metáfora.

Esa rapidez ha sido demostrada en los trámites de sus leyes, desde la misma ley naranja, hasta la mal llamada ley "reactivarte", que tuvieron un acelerador inusitado, como si hubieran sido los procesos legislativos mismos, las víctimas de algún mecanismo industrial perverso que alimentó de engorde transgénico un proceso que fue magro de participación y hueso de escucha al sector mismo, pero graso de lobbies por los funcionarios del Ministerio que solía ser de Cultura.


La "i" de innovación o cualquiera de las otras "i", tan minúsculas como los siete enanitos de la parábola del duque, deberían ser reemplazadas, por ejemplo, con las "i" de inmediatez o, ya que son tan afectos a las palabrejas rimbombantes, de instantaneidad. La tal formación en economía naranja, por ejemplo, es precisamente para aprender a usar, en unas cuantas sesiones, coaching, workshops y tutoriales, herramientas que garantizan ¡ya! esa innovación.

También se pueden reemplazar otras íes por la "i" de instrumentalizar, como sea, la creatividad en la búsqueda de resultados no importa cómo, siempre y cuando se limite a lo instantáneo, aunque no haya mercado para el producto, sólo el espectáculo del logro rápido y fugaz, como quien mezcla un “mancha tripa” de naranja con agua. Los procesos para ellos son con "i" de impensables, unas totales pérdidas de tiempo.

Sembrar semillas, echar raíces, ver no sólo el fruto, sino las ramas, el follaje, el tronco, todo eso es para dinosaurios idealistas que no entienden que el mundo ha cambiado. Mucho menos quieren ellos pensar un poco más allá: en el agua que recoge el follaje, o que atrapa pacientemente del rocío que rueda gota a gota por ramas y tronco y es atesorada en cada raíz y liberada también gota a gota hasta formar un torrente que rompe la roca, abre ojos de agua, busca su curso, forma ríos y... ¿nos imaginamos el resto? Tal vez sólo quienes nos importa gastar tiempo en eso, a los que no "evolucionamos" y seguimos siendo dinosaurios románticos que nos negamos a aceptar al meteorito y su bola de fuego naranja.

Ellos tampoco van a pensar en el ecosistema que allí convive y coopera sin ser explotado. Otra "i" de impensable, como es impensable también saber del oxígeno que brinda y la sombra que nos regala, ni se les ocurre que exista tanta generosidad. Nada de eso importa. ¡Ni siquiera el fruto, aunque el árbol sea un naranjo! Sólo la saborización instantánea importa, incluso aunque no sea lucrativa.

¡Tanto artificio para un mal engaño! Y todos los artificios con "i" de idioteces. La séptima "i" es la de ideología. El ministro ha repetido en varios espacios que "no va a dar un debate ideológico" cuando lo que se le plantea es uno conceptual de la cultura, sobre lo que significa para una sociedad tan diversa, y llama a este debate precisamente "ideológico" porque en últimas, todo este esfuerzo por arrasar con las artes y la cultura de un país a través de esta política obedece a esa ideología neoliberal envuelta en un modelo feudal que los viejo y anquilosados poderes de esta Nación, se niegan a perder.